¡
PUES QUE LA PEGUE ¡
Ella:
Inmigrante Rumana de 28 años con pocos meses de residencia en
España.
Él:
Un ciudadano español.
Subidos
en el alto taburete, acodados en la barra del bar, disfrutaban de una
merecida cerveza bien fría, la jornada laboral había sido como
todas, dura, larga y mal pagada, allí, sin que ya nadie les metiera
prisas, hablaban desinteresadamente de cosas triviales, la
conversación derivó hacia los problemas del trabajo y las
relaciones con los compañeros.
-
¿Y a Manolo que le pasa con su mujer? Siempre esta quejándose de
cómo hace las cosa- dijo ella.
-Es
que debe de ser un poco desordenada para las cosas de la casa-
respondió él.
-
¡Pues que la pegue!- Dijo ella con vehemencia.
-Como
que pues que la pegue ¿Qué es eso de que la pegue?- dijo él
sorprendido
-¡si,
si no hace las cosas bien que la pegue-
-que
pasa, ¿es que en tu país todos los maridos pegan a sus mujeres?- La
contestó él en tono irónico.
-¡Sí!
Si no hacen las cosas bien como le gusta al marido, las pegan- fue la
respuesta de ellas, tajante y convencida.
Él
no salía de su asombro, por unos instantes quedó confundido, no
podía dar crédito a lo que oía, ¡estaba hablando en serio! y la
invito a razonar.
–Nadie
tiene que pegar a nadie, si no se entienden, que hablen las cosas y
si no pueden vivir juntos que se separen, pero nadie tiene que pegar
a nadie,- insistió -¿y qué es eso de que si no hace las cosas bien
como a él le gustan? ¿Quién determina cuanto de bien están hechas
las cosas y que día te gustan más o menos? Depende del humor que
tenga cada día, o de si llega cabreado del trabajo, y entonces ¿la
pega para tranquilizarse? No, las cosas no se solucionan con palizas,
nadie tiene derecho a pegar a nadie en ninguna circunstancia-
Ella
parecía confundida, era la primera vez en su vida que oía decir que
un marido no tiene que pegar a su mujer, por primera vez en su vida,
empezó a despertarse en su mente la idea de que las cosas podían
ser de otra forma.
Todavía
en muchas sociedades, y algunas muy próximas a la nuestra, las
mujeres están convencidas por tradición y educación, de la
supremacía del hombre sobre la mujer y están supeditadas al mandato
abusivo del padre el hermano, el esposo y los hombres de la familia
en general. Soy mujer y este es mi destino, jamás han oído decir a
nadie que las cosas pueden ser de otra forma, que los hombres y
mujeres tienen que convivir en igualdad de derechos y libertades
La
coeducación en las escuelas, la convivencia entre chicos y chicas,
es vital para que ambos aprendan y comprendan que a pesar de las
características propias de cada sexo, todos somos iguales, todos
tenemos los mismos derechos.
Emilio
Este
relato es un hecho real.
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